Cuando una persona experimenta un dolor agudo, es natural que su primera reacción sea la de disminuir su actividad física. En este sentido, el cuerpo busca instintivamente el reposo como una forma de aliviar el sufrimiento. Este descanso puede ser beneficioso en el corto plazo, ya que permite que el dolor se vuelva más manejable y facilita el retorno a las rutinas diarias. Sin embargo, para aquellos que padecen de dolor crónico, como ocurre en el caso de la fibromialgia, el reposo prolongado puede resultar contraproducente. La inactividad continua puede llevar a una desadaptación del cuerpo al esfuerzo, lo que a su vez resulta en la pérdida de fuerza, elasticidad muscular, resistencia y un aumento en la rigidez articular. El movimiento, por tanto, se convierte en un elemento esencial para el bienestar físico y mental.
Es crucial entender que esto no implica que el dolor deba ser ignorado. El dolor actúa como una señal de alerta del organismo y debe ser escuchado con atención. Sin embargo, cuando el dolor crónico provoca una reducción significativa en la actividad física, se establece un círculo vicioso: la inactividad genera más dolor y fatiga, lo que a su vez lleva a una mayor inactividad. Este ciclo puede ser difícil de romper, y es aquí donde la intervención adecuada se vuelve fundamental.

La Importancia de un Enfoque Personalizado
Las recomendaciones sobre el ejercicio físico para personas con fibromialgia deben ser siempre personalizadas y supervisadas por un fisioterapeuta. Este profesional juega un papel esencial en la identificación de la intensidad, duración y progresión adecuada de cada ejercicio, ayudando a los pacientes a establecer hábitos de vida que incluyan actividad física moderada y constante. Este enfoque no solo mejora los síntomas de la fibromialgia, sino que también contribuye significativamente a la calidad de vida de los pacientes.
Un ejercicio bien planificado y realizado sin sobreesfuerzo puede convertirse en un aliado crucial en el manejo de esta condición. En la actualidad, se ha llegado a la conclusión de que cada paciente necesita pautas adaptadas a sus circunstancias individuales. Sin embargo, como pauta general, el ejercicio aeróbico se considera fundamental en cualquier tratamiento físico. Actividades como caminar en terreno llano o practicar natación en una piscina climatizada son ideales para iniciar un programa de ejercicio.

Recomendaciones Prácticas para Iniciar
Antes de comenzar cualquier programa de ejercicios, es aconsejable seguir ciertas pautas que pueden ayudar a los pacientes a adaptarse al ejercicio de manera segura:
– Calentamiento de las articulaciones: Realizar movimientos articulares sencillos al despertar o después de un periodo de inactividad es altamente recomendable. Esto ayuda a preparar el cuerpo para la actividad física y a prevenir lesiones.
Estiramientos y refuerzo muscular: Estas actividades son esenciales y deben ser supervisadas inicialmente por un profesional para asegurar que se realicen correctamente y se eviten lesiones.
– Ejercicio tolerable, moderado y progresivo: La educación terapéutica es clave para que el paciente aprenda a gestionar sus esfuerzos y convierta el ejercicio físico en una herramienta vital en su tratamiento. Esto implica escuchar al cuerpo y ajustar la intensidad según sea necesario.
– Duración del ejercicio: En las primeras fases, no se debe exceder los 30 minutos de ejercicio, dividiéndolos en períodos de 10 minutos con descansos de 5 minutos. Esta pauta debe repetirse entre 3 y 5 días por semana, permitiendo al cuerpo adaptarse gradualmente a la actividad.
En resumen, el ejercicio físico, cuando se realiza de manera adecuada y bajo la supervisión de un profesional, puede ser una herramienta poderosa para mejorar la calidad de vida de las personas que sufren de fibromialgia. La clave está en encontrar el equilibrio adecuado y en adaptar las actividades a las necesidades individuales de cada paciente. Con un enfoque personalizado y un compromiso con la actividad física, es posible romper el ciclo de dolor y fatiga, promoviendo así un estilo de vida más activo y saludable. La implementación de un programa de ejercicio bien diseñado puede, sin duda, hacer una diferencia significativa en la vida de quienes padecen esta compleja condición.
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